sábado, 14 de marzo de 2015

Reseña: Pullman Car Hiawatha

A BORDO…!!!


Todas las personas experimentamos por lo menos una vez en la vida las diferentes emociones de emprender un viaje. Sin embargo, solemos viajar ensimismados y limitados al universo de nuestros adentros (o de nuestros acompañantes) que si bien es cierto es inmenso, no deja de sufrir de la desventura de ser una breve porción del universo externo, ese que tanto nos intriga a los seres humanos
.

Existen muchas formas de viajar y hacerlo, no necesariamente nos condiciona a un vehículo, y es precisamente PULLMAN CAR HIAWATHA, el ejemplo perfecto de que los viajes son más que horas y geografía. Esta historia (s) sale de lo ordinario, de las monótonas secuencias en  las vidas de algunos personajes y nos mantiene atentos con la necesidad – y gusto- de no perder la atención un segundo para colocar en ella las piezas sueltas. Por si esto fuera poco, esta puesta en escena nos permite viajar de una manera en la  que muy pocos mortales han viajado, ir mas allá de las paredes de un vagón de medio pelo y poder conocer el contexto geográfico, teológico, meteorológico y astronómico mientras el tren enfrenta su travesía desde Nueva York a Chicago.
Debido a que no podemos dejar de lado a los personajes (aunque la atmósfera de la historia sea en si misma fantástica) veo preciso mencionar a aquellos que se vuelven el nucleo directo de la trama desde el interior del vagón.


Un camarero  demasiado atareado, un par de amigos en busca  de nuevas travesías, una mujer bella pero incomprendida con su guardia de dos enfermeros mentales, un medico con urgencia de incrementar sus conocimientos, una mujer y su severa aunque extraña necesidad de ser levantada al cuarto para las seis de la mañana,  así como una pareja de esposos que esconden el difícil secreto del recuerdo de una penosa enfermedad – que termina siendo desastrosa- son el epicentro del interior de este furgón. Imagino que cuando Thornton Wilder vio concluida su obra se dio el tiempo de visualizar la maestría que debería mostrar cualquier director teatral en el mundo para que, junto con su compañía pudieran llevar a escena una obra tan agradablemente ostentosa.


Desde luego un reto así requiere mas que talento y disciplina, pues no concibo que una mente ordinaria quisiera sortear las dificultades propias de tal osadía, se requiere, desde mi humilde opinión, sudor, coraje y la ambición necesaria de todos y cada uno de los involucrados. Por esta razón respeto profundamente a Alejandra Aguilar y a Cristian Jose Garcia ( directores de esta obra) y a toda su compañía teatral, de quienes puedo decir, que transformar unas cuantas maletas viejas, una escalera y una precisa iluminación, en un universo complejo e ilimitado debe ser considerado un extraordinario  talento envidiado por muchos, ¡Gracias!


Yo hace unos días viví todas estas emociones sentado en una butaca del viejo pero siempre vivo teatro “ Sergio Magaña” y como amante del teatro me complace ver que este escenario florece cada dia mas con este talento y empuje joven, que aun en un país grandemente falto de cultura, se rehusa a dormir. Gracias por este viaje, gracias por esos setenta minutos cautivado en tan maravillosa puesta en escena y sobre todo muchas gracias, por recordarnos que “ HACE FALTA MUCHA GENTE PARA HACER UN MUNDO”. Ahora si…!vaaaaamoooonoooos¡


No se la pueden perder.




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